Tras abrir los ojos y volver a cobrar conciencia de los objetos que le rodean, el sujeto poético tiene la extraordinaria sensación de que todo está en orden,ocupando su posición exacta y adecuada. El sujeto poético se afirma en la medida en que es el centro de todas las realidades concretas que le circundan.
En los ocho primeros versos parece que estemos asistiendo a un despertar, a un alumbramiento, en la medida en que el regreso del alma al cuerpo se escenifica en el acto de abrir los ojos y entrar en contacto con una luz que impacta de manera inusitada en el sujeto. El tiempo, intacto, indica que el lugar del que regresa parace haberlo abolido, el regreso del alma al cuerpo del poeta coincide con un reencuentro con la temporalidad. Junto a esto, destaca la fijación con los rayos de luz que se cuelan a través de la persiana. Las cosas van poco a poco ocupando su lugar, siempre alrededor del poeta que está experimentando el despertar. He leído algunos comentarios en los que se habla de un Guillén sentado en su mesa de trabajo (por lo que se explica en el fragmento IV), sin embargo yo veo más plausible (tengo que leerlo con detenimiento) que todo el poema sea la enunciación de alguien que se acaba de despertar, regresa al mundo y lo observa con asombro, con los ojos de un niño que lo mira todo por primera vez y toma conciencia de su ser a partir de su lugar en el mundo.
Podemos encontrar una relación en el asunto del poema si lo comparamos con el de Ángel González que se ha leído también en el curso. La diferencia sustancial está en que Guillén entona un cántico de autoafirmación, la contundente alegría de quien cobra conciencia de su existencia y la enaltece. Guillén también reflexiona sobre lo azaroso de su presencia en el mundo (vv. 45-48), sin embargo no adopta el tono existencialista y pesimista que pondrá todo su énfasis en la contradicción irreconciliable entre el deseo de vivir y la fatalidad de saberse mortal y estar sometido a los efectos devastadores del tiempo. Para Guillén, íntimamente unido al aquí y al ahora, la sensación de plenitud es máxima. Sin distancia sentimental, sin reparar en lo pasado o lo venidero, el poeta se limita a percibir con curiosidad insaciable todo aquello que le rodea y que, de algún modo, da sentido a su existencia. Todos los objetos que hay a su alrededor, cada una de esas «maravillas concretas» supone la existencia de un más allá, un más allá que en este poema adquiere un significado literal y, al mismo tiempo, paradójico.
El más allá del que se habla en este poema es, en realidad, un verdadero más acá, es decir, un mundo forjado de elementos perceptibles de cuya fisicidad dice depender el sujeto poético.
La importancia de los objetos frente a las acciones o la descripción de los mismos hacen que abunden en el poema los sutantivos en detrimento de los adjetivos valorativos o las acciones. Esto, junto al tono intelectual y sencillo, sólo aparantemente elitista, el uso de exclamaciones, y las sintaxis simple hacen que percibamos...
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